De todas las virtudes enumeradas aquí, la más importante de las 36 es la Valentía.

Sin Valentía, uno no llegará a ninguna parte en ninguna de las otras Virtudes.

El Dios-Filósofo Aristóteles ha hablado de la Valentía en profundidad, enumerándola como la corona de las virtudes éticas.

La Valentía es la esencia del espíritu, lo más necesario para avanzar espiritualmente, materialmente, en toda nuestra vida.

La valentía no significa estar desprovisto de miedo, de acciones insensatas o de previsión. De hecho, debemos aprender a ser lo suficientemente valientes como para desarrollar acciones y conductas apropiadas, y actuar con previsión en lugar de seguir el camino fácil de la insensatez.

Significa que uno aprende a enfrentarse a la cobardía, el miedo, la negatividad y los obstáculos, superándolos finalmente con una mayor conciencia y comprensión.

Sin ella, uno nunca podrá defender lo que es correcto, uno nunca hará lo que es correcto, uno nunca alcanzará el Camino de los Dioses, y uno no lo llevará a cabo.

Si falta la Valentía, entonces todos los vicios negativos e inferiores encontrarán terreno para crecer dentro de un alma, llevándola a la destrucción.

Para enfrentarnos a nosotros mismos, debemos comprender que se necesita valentía. Muchos no tendrán esta valentía. Para hacer actos valientes, necesitamos enseñarnos a ser valientes no siendo cobardes.

La mera aplicación de la Valentía en sí misma es suficiente para clasificar a uno entre las almas superiores o incluso entre los Dioses. Por eso, en las Antiguas Religiones de nuestros Antepasados, ser valiente se consideraba la primera y principal virtud, que conducía directamente a los Campos Elíseos, a los Salones del Valhalla, o al nivel superior en la otra vida.

Heroísmo y Valentía son las dos claves fundamentales del Camino del Guerrero, del Satanismo Espiritual.